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domingo, 9 de noviembre de 2014

#9N. Más que un "Referéndum"

Resulta complicado, cuando no imposible, abordar un tema tan delicado como el de la “Consulta Catalana” sin echar un pequeño vistazo al retrovisor y fijarnos en la historia más reciente de Escocia. Una historia reciente en la que, pudiendo encontrar ejemplos de cómo poder atajar un problema creciente en nuestro país, sólo supimos encontrar un modelo ejemplar de convivencia que no hizo otra cosa que hacernos sentir cierta envidia. Envidia por tener unos gobernantes que, en vez de silenciar e ignorar las demandas de una amplia mayoría ciudadana a favor del “derecho a decidir, decidieron atajar el problema de la manera más ejemplar posible: dialogando, por la vía del consenso y dando el brazo a torcer por ambas partes y en todo momento. Envidia porque, ante un problema que guarda ciertas similitudes con el conflicto catalán, nos topamos con unos gobernantes que, “dejando a un lado” el rédito político-electoral, decidieron afrontar el problema de la mejor manera posible, estando a la altura de las circunstancias, pensando en los ciudadanos, y, sobre todo, intentando zanjar el problema para un largo periodo de tiempo dando la posibilidad a la gente de votar y expresarse libremente.

Mientras tanto, en España, nos topamos con dos partidos políticos de igual ideología pero con distinto nombre que, enrocados en unas posiciones que no hacen otra cosa que elevar el nivel de crispación ciudadana, se dedican, una y otra vez, a ondear banderas distintas acompañadas de discursos vacíos y eslóganes absurdos con la intención de desviar el foco de atención de lo que realmente les preocupa: que sus nefastas políticas económicas y sus innumerables recortes llamen mucho la atención.  Dos partidos políticos que, lejos de importarles lo más mínimo el tema de fondo, encuentran en dicho debate y confrontación un nuevo instrumento con el que distraer a gran parte de la población para poder seguir así aplicando sus “recetas” sin que nadie preste la debida atención a las mismas.

A todo ello hay que sumarle una serie de hechos y circunstancias que hicieron, hacen y harán que este tema que algunos están tratando con cierto desdén, como si fuera algo baladí, termine derivando en un problema todavía mayor:

  • 1.   Un sentimiento histórico de “Pueblo Catalán”, de nación soberana, de identidad propia, de singularidad que, sumada a un malestar social creciente en años posteriores, iría en auge de forma progresiva.
  • 2.      Una sentencia nada favorable del Tribunal Constitucional (politizado de arriba abajo) sobre el “Estatut de Catalunya” tras un recurso de inconstitucionalidad presentado por el Partido Popular.
  • 3.      Un descontento ciudadano con la política estatal y con la política autonómica (tripartito catalán) que terminaría impulsando al nacionalismo y al independentismo catalán para hacer frente a lo que la ciudadanía entendió como un “ninguneo” del Gobierno Central y de los partidos tradicionales.
  • 4.      El azote de una crisis económica junto a una aparición incesante de casos de corrupción política, a la vez que se llevaba a cabo un desmantelamiento del Estado de Bienestar y las clases medias sufrían las políticas de austeridad del Gobierno Central y el Gobierno Autonómico.
  • 5.      Una sensación de menosprecio hacia el “Pueblo Catalán” y de castigo económico y tributario por parte del Gobierno Central hacia Catalunya (“nosotros aportamos más de lo que recibimos”).
  • 6.      La crispación y el oportunismo político. Dos partidos políticos (PP-CiU) con la misma hoja de ruta en materia económica, deciden aprovecharse de un malestar creciente y ondear banderas con las que enardecer a la ciudadanía y desviar el foco de atención para que sus fracasos y recortes pasen desapercibidos.
  • 7.      Desde una óptica política conservadora y hostil en materia lingüística por parte del Gobierno Central, se lleva a cabo un ataque hacia la lengua catalana (símbolo de identidad) y se crea un conflicto lingüístico en donde antes no lo había (esa es la impresión que llega al pueblo catalán).
  • 8.      Inestabilidad política junto a unas elecciones anticipadas en las que CiU fue duramente castigado, encontrando como socio de gobierno a una ERC incoherente con su programa económico, pero con una hoja de ruta firme en cuanto a soberanía: mi apoyo a cambio de un referéndum.
  • 9.      La ausencia de un diálogo político sincero desde el minuto uno, acompañado de un sinfín de órdagos y amenazas judiciales.
  • 10.  Las innumerables campañas mediáticas de propaganda y manipulación llevada a cabo tanto por la prensa española como por la prensa catalana que, lejos de escuchar a los verdaderos protagonistas y demandantes de la consulta o referéndum (la ciudadanía), no hacen otra cosa que pervertir y degradar un concepto tan democrático como el de “derecho a decidir” hasta convertir el término “referéndum” o “consulta” en sinónimo de inevitable ruptura, secesionismo, crispación, etc.

Durante todo este tiempo, y para disgusto de determinada prensa y de los partidos políticos que hicieron de esta demanda ciudadana una causa de la que obtener rédito electoral, el número de catalanes y catalanas que se muestran a favor de la consulta fue incrementándose paulatinamente. Y no se trata sólo de independentistas, sino también de gente que defiende posturas federalistas e incluso gente que no pide otra cosa que mayor competencia dentro de un modelo territorial similar al actual.

A su vez, 911 (920 según El Diario) de los 947 ayuntamientos de Catalunya, es decir, el 96% de los ayuntamientos, fueron aprobando mociones a favor de la “Consulta Catalana”. Ayuntamientos que representan al 88% de la ciudadanía catalana, lo cual sirve como indicador del elevado número de demandantes a favor de una consulta en el territorio catalán. Ante estos hechos nos topamos con un Artur Mas que, una vez más, intentándose adueñar del sentir ciudadano, ondea su bandera y se enroca, todavía más, en el oportunismo y extremismo político, mientras que el Gobierno Central en un alarde de chulería, no hace otra cosa que lanzar órdagos, amenazar con la vía judicial y, al igual que Mas, descartar la vía del diálogo para seguir así ondeando su bandera, en este caso la de defensores de “la unidad de España”.


¿Qué salió mal?

Puede decirse que, tanto el Partido Popular como CiU, llegado el momento, perdieron el control ante la respuesta masiva por parte de los ciudadanos. Gente que, por propia convicción, decidió salir a manifestarse no solo durante la jornada de la “diada nacional”, sino a lo largo del día de hoy, movilizándose para participar incluso gente a favor del “no”, como recogen algunos medios de comunicación, y todo pese a la intentona del Gobierno Central de silenciar a la ciudadanía y pese al “extraño” proceso plagado de dudosas garantías llevado a cabo por Artur Mas.

Otro error está en la prohibición y negativa constante por parte del Tribunal Constitucional y el Gobierno de turno a la participación ciudadana. La gente, ya no solo en Catalunya sino en toda España, está demandando desde hace varios años ser escuchada. Demandan una democracia participativa, poder pronunciarse y no solo cada cuatro años. Demandan ser consultados, que su opinión sea tenida en cuenta, y la negativa por respuestas no hace otra cosa que incrementar el nivel de crispación y de malestar, cuando no, generar más independentistas como lo hacen Mariano Rajoy o Soraya Sáenz cada vez que se pronuncian sobre este tema.

Salió mal tratar a la gente como si tuvieran que ser tutelados constantemente por un Gobierno que ni tan siquiera escucha sus demandas. Salió mal el decir que el día de hoy sería “un día sin más, en el que la consulta ni era consulta ni era nada”, porque, aunque el resultado no se acate, el malestar dará paso a futuras respuestas por parte de la ciudadanía, y sólo un “kamikaze”, o en este caso Mariano Rajoy, se puede creer que el simple hecho de ignorar el problema y el resultado de la votación pondrá fin al conflicto.


¿Quiénes son los ganadores y los perdedores?

Pese a haberse equivocado y que el tema se les haya ido de las manos, de momento, puede decirse que los ganadores en todo esto son Artur Mas y Mariano Rajoy. Uno por haber llevado a cabo una “pseudoconsulta” con la que seguramente ni estaba de acuerdo pero que sirvió para no “incumplir su palabra”, y el otro por haber hecho creer a sus votantes que lo de hoy no vale de nada y el conflicto se puede dar por zanjado. Junto a eso, ambos lograron distraer a gran parte de la ciudadanía poniendo el foco de debate en algo que a ellos “ni les va ni les viene”, pero que sí les sirve para que sus “recetas” y recortes en materia social sigan viento en popa y a toda vela sin que nadie se fije en ello.

El perdedor, una vez más, es el "Pueblo Catalán". Pierde por no tener la posibilidad de ser consultado debidamente con un mínimo de garantías y de transparencia. De ser consultado bajo un “paraguas” que garantice que el proceso fue limpio, seguro y riguroso. Pierde porque el resultado sólo servirá para que Artur Mas se enroque, todavía más, en su posición mientras que, Mariano Rajoy, obviará los resultados y se enrocará en la suya. Pierde porque volverá a ser ninguneado por dos partidos políticos oportunistas que harán del resultado un nuevo debate con el que echarse piedras y distraer al personal, mientras que el malestar y la crispación ciudadana seguirán yendo a más. Y ese malestar es mayoritario, pero el foco de atención volverá a recaer en los dos oportunistas de turno.


¿Cuál es la solución?

Sin lugar a dudas, la respuesta o solución está lejos de las medidas adoptadas hasta ahora por parte del Gobierno Central, ni que decir ya de las adoptadas por Artur Mas. La solución no está en silenciar a gente ni en ningunear al pueblo catalán. La solución pasa por el diálogo, una Reforma Constitucional, la transparencia y concesión. La solución pasa por entender de una vez por todas que un territorio quiere pronunciarse, ser consultado, y en base a la respuesta tomar ciertas decisiones. Entender de una vez por todas, que la gente quiere participar; quiere elegir democráticamente su futuro, su devenir. La gente está harta de que otros tomen las decisiones y sean, precisamente, los mismos que los ningunean, copan portadas día sí día también por casos de corrupción y los que recortan en prestaciones sociales o bienestar. 

Negar alto tan democrático como lo es el poder votar y expresarse libremente, no hará otra cosa que despertar el rechazo ciudadano y el auge de posicionamientos extremos. Cuanto más se castiga al pueblo catalán más crece el malestar y más escaños gana, por poner un ejemplo, ERC. Por supuesto el auge de un partido político no tiene por qué ser malo, pero si ese resultado se debe a que con su victoria se van a llevar a cabo medidas más radicales que garanticen que la población pueda pronunciarse, entonces el problema no hará otra cosa que seguir aumentando, y esto servirá como indicador manifiesto de que el problema no estaba ni mucho menos zanjado, como pretende hacernos creer ahora Mariano Rajoy.

Que tres partidos políticos (PSC-PSOE, PP y CiU) hayan esperado hasta el último momento para ponerse a dialogar de verdad, demuestra que no están entendiendo nada. Y más si lo que se pretendía en la mesa de negociación era decidir "el todo" a tres bandas en vez de encontrar un cauce legal en el que hubiera cabida al pronunciamiento ciudadano.

Precisamente hoy, que se celebra la caída del Muro de Berlín, nos toparemos con gente que calificará el “derecho a decidir” como una intentona de levantar un nuevo muro, esta vez en España, cuando no es así. El muro no lo levanta una consulta ciudadana ni un referéndum consultivo; el muro lo levantan las políticas erróneas de dos gobiernos que no están dispuestos a dialogar y que impiden con ello la participación ciudadana. Votar no es un delito y mucho menos un crimen, pero el problema es que en este país, desde el minuto uno, se está intentando implantar cierta relación de semejanza o sinonimia entre la palabra consulta y la palabra ruptura, cuando no es así. Una consulta es sinónimo de participación y democracia. El independentismo si guarda cierta relación con la ruptura, pero el hecho de votar en sí mismo no, y aquí lo que se está debatiendo es sí un país tiene derecho a consultar a sus ciudadanos/as, y la respuesta mayoritaria es sí. El muro se levanta cuando a la inmensa mayoría se le impide pronunciarse, otra cosa bien distinta es lo que respondan una vez se pronuncien. 

A mayores, cabe añadir que, en momentos de desesperanza, tener un horizonte ilusionante, aunque sea con “fe religiosa”, está siendo clave, y ese horizonte ilusionante lo están encontrando a través de sus propias decisiones, a través de la participación ciudadana. 

Hoy no solo se vota un una “pseudoconsulta” o referéndum, hoy se sale a la calle, una vez más, para dejar claro que la gente está demandando participar y ser escuchada, y si esto no se entiende de una vez por todas, el problema se agravará.
Hoy no se sale a la calle porque lo haya pedido Artur Mas, hoy se sale a la calle porque así lo quiso el "Pueblo Catalán", sea cual sea el resultado final de la votación.