Más fuerte, más feliz, menos
dependiente.
Con una sonrisa que nace de la
voluntad y no del espejismo que generan las demás personas en mi interior.
Creyendo y luchando por algo real y al alcance de mi mano, y no por los sueños
de aquellas personas a las que nunca habré importado.
Es con el paso del tiempo con lo
que nos damos cuenta de que a uno no lo abandonan, sino que se abandona.
Se abandona el mismo día en el
que deja de prestarse tanta atención e importancia como la que le presta a los
demás y a sus necesidades. Se abandona el mismo día en el que se desvela a
cualquier hora de la noche para atender una llamada de aquellas personas que,
una vez zanjen sus problemas, volverán a ausentarse hasta que de nuevo se
sientan desbordadas. Se abandona el mismo día en el que se piensa que su
felicidad depende de hacer feliz al resto de personas sin hacerse feliz a sí
mismo. Se abandona y fracasa ese día en el que espera de los demás lo mismo
que esperaría de sí mismo.
Nunca había dejado de ser aquel
chaval estúpido e inmaduro y es ahora cuando me doy cuenta. Es ahora, siendo
plenamente consciente del cambio que viví, cuando me doy cuenta de que nunca
había dejado de ser aquella persona a la que tanto odiaba. Simplemente me volví
dependiente de las demás personas para ocultarme de mí mismo.
Fue en la soledad de estos años y en mi voluntad por querer cambiar y ser feliz en dónde encontré lo que
realmente buscaba. Me perdí hasta encontrarme para enfrentarme a mí mismo. Y
ahora me doy cuenta de que no os reconozco porque nunca os llegué a conocer verdaderamente,
del mismo modo en el que nunca llegué a conocerme del todo a mí mismo.
Y ahora, que al fin sé quién soy
y lo que quiero, sé que no os necesito. Mi felicidad reside en mi voluntad.
Gracias por este cambio. Eso sí
os lo debo de todo corazón.
Tres años. Tres años aprendiendo a ser feliz
y mejor persona. :-))