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miércoles, 22 de abril de 2015
Día de la Tierra
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martes, 22 de abril de 2014
Día de la Tierra.
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viernes, 14 de marzo de 2014
La Hora del Planeta.
Creo que esta entrada ya es tradición en mi Blog. Todos los años, por estas fechas, le dedico un espacio a esta campaña de concienciación, y la verdad, me gusta hacerlo. Me gusta creer que alguien hará algo, alguien leerá algo, se informará, participará o simplemente cambiará algunos pequeños hábitos de su día a día. No es una campaña que vaya a cambiar el mundo, siempre tuve esa impresión, pero sí es una campaña que puede despertar la curiosidad de la gente, y cuando eso ocurre, se abre la posibilidad de poder informar a esa gente y cambiar algo, por pequeño que sea, pero siendo ello un gran paso por el cual empezar.
No obstante, estos dos últimos, años tuve y tengo la impresión de que, a cada año que pasa, le importa menos la campaña a los propios organizadores de la misma. Mal promocionada, poca difusión, poco espacio de tiempo para su difusión, y este año, para más inri, el vídeo promocional a nivel mundial es, desde mi humilde punto de vista, una promoción de la película Spider-Man y no una verdadera campaña de concienciación a nivel mundial. ¿Se estará convirtiendo esta campaña en una especie de fiesta absurda en vez de en una campaña de concienciación y divulgación? Posiblemente.
Llevo seis años participando de algún modo con esta campaña, y espero poder seguir haciéndolo. Todo dependerá de en qué termina derivando esto con el paso de los años.
Sin más que añadir, adjunto enlace para informaros, participar y aprender.
Enlace: #HoraDelPlaneta2014
Enlace: #HoraDelPlaneta2014
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WWF-Adena
lunes, 16 de septiembre de 2013
La delgada línea entre todo y nada.
Una imagen, simple y llanamente. Una imagen
capaz de remover tantos sentimientos que, cada vez que uno se detiene a
observarla y analizarla con detenimiento, termina llorando o camino de hacerlo.
Yoshikatsu Hiratsuka, un señor de sesenta y seis años que llora desconsolado ante los restos de lo que anteriormente era su casa en Onagawa (Japón). Sepultado bajo los restos de la misma, un miembro de su familia, dado por desaparecido tras el terremoto que asoló Japón en 2011.
El fiel reflejo del dolor desgarrador, de la
desolación. Posiblemente uno de los sentimientos más reconocibles en los
rostros de las personas. Tan reconocible como contagioso, según el grado de
empatía de las personas que lo perciben.
Indagando por internet, hace aproximadamente
un año y medio, me topé con esta desgarradora imagen:
Yoshikatsu Hiratsuka, un señor de sesenta y seis años que llora desconsolado ante los restos de lo que anteriormente era su casa en Onagawa (Japón). Sepultado bajo los restos de la misma, un miembro de su familia, dado por desaparecido tras el terremoto que asoló Japón en 2011.
Ante él, solamente ruina, impotencia, dolor y
desolación. A su alrededor, el mismo panorama elevado a la enésima potencia.
¿Por qué esta foto? Sinceramente, no termino
de comprenderlo, pero de vez en cuando tengo la necesidad de mirarla una y otra vez hasta embriagarme
de la tristeza que emana de la misma, hasta darme cuenta de que, por muy mal
que me vayan las cosas, la vida siempre podrá recordarme que todo puede ir a peor
y sin que pueda preverlo.
Aquellos que alguna vez sentimos el dolor de
la pérdida y que tenemos un elevado grado de empatía, es imposible que no
sintamos algo parecido a lo que siente el pobre señor de esta imagen.
Sentir la enorme necesidad de arrancar palmo
a palmo cada centímetro de nieve, cada centímetro de escombro, cada centímetro
de tierra, hasta alcanzar a la persona que allí permanece sepultada, devolviéndola
de algún modo a la vida de la que fue arrebatada.
Sentir el mismo grado de dolor y abatimiento
al encontrarnos tan cerca de ese ser querido, al que queremos rescatar y mantener
a salvo a nuestro lado, pero por el cual no podemos hacer absolutamente nada,
salvo llorar desconsoladamente.
Sentir cómo la impotencia se adueña de
nosotros. Cómo el dolor nos invade hasta el fondo de nuestras entrañas y, ante
tal panorama, tener la enorme necesidad de gritar pidiendo ayuda y no recibir
respuesta debido al caos generalizado que asola el lugar.
Esta imagen, simplemente, me recuerda lo
fácil que resulta pasar del todo a la nada. Describe con exactitud cómo la
vida, cuando se empeña en ser perra, consigue hacer tanto daño con una sencillez
tan apabullante, que uno tiene que temer, inevitablemente, tanto por sí mismo
como por los seres que le rodean. Tanto es así, que uno aprende a valorar
aquello sobre lo que se considera poseedor o perteneciente, para darse cuenta, finalmente,
que lo único que al final nos terminará perteneciendo, serán nuestros recuerdos,
y eso si con un poco de suerte no lo dificulta alguna que otra enfermedad
neurodegenerativa.
Simplemente, una foto con la que pensar,
sentir y recapacitar.
miércoles, 5 de junio de 2013
Día Mundial del Medio Ambiente.
Recupero imagen de años anteriores, supongo. En vista de lo horrorosa que era la de este año, junto al pobrísimo lema que la acompañaba, pues opté por ésta.
Como estoy preparando un sermón monumental para dentro de unas semanas, el de hoy me lo voy a ahorrar. Lo que sí, os emplazo a ver la entrada del año pasado, y a que le dediquéis unos minutillos al tristísimo vídeo que tengo colgado. Irresponsables no, lo siguiente...
Sin más que añadir, disfrutemos del día, y de la poca vida normal que le queda a este Planeta.
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Reflexión
lunes, 22 de abril de 2013
Día de la Tierra.
Feliz Día de la Tierra :-))
Como no espero nada nuevo y bueno de la humanidad, simplemente quiero desearos, un año más, un buen día a todos/as aquellos/as que disfrutáis de este día, y que os esforzáis por cuidar un poco más el medio ambiente y el entorno en el que convivís con otras especies.
Un buen vídeo para relajaros un poco, y para disfrutar de lo hermosísima que es la Tierra y los animales que en ella habitan.
lunes, 25 de febrero de 2013
Únete al mundo en defensa del Planeta.
La Hora del Planeta
¿QUÉ ES?
En 2012, más de 7.000 ciudades de 150 países
apagaron las luces de sus principales monumentos y edificios
emblemáticos, enviando así un claro mensaje: los gestos simbólicos
pueden generar grandes cambios si conseguimos un compromiso global
durante todo el año.
Este año, WWF plantea un nuevo desafío: "vamos a crear una comunidad global interconectada que demuestre hasta dónde podemos llegar para cambiar el mundo en que vivimos. Queremos que todos, individuos, empresas, ayuntamientos y centros educativos, apuesten por ser más eficientes y autosuficientes en el uso de la energía y promuevan las energías limpias para lograr, de esta menera, reducir el nivel de emisiones de C02 del planeta. Usa tu imaginación y tus redes sociales para difundir la campaña entre tus seguidores y anímales a hacer los mismo. Cuantos más seamos, más fuerte se oirá nuestra voz".
Que la inspiración de una hora mágica sirva para construir un futuro sostenible.
El próximo 23 de marzo, de 20.30 a 21.30 apaga la luz.
Texto de WWF España.
FUENTE: WWF - España
Más información: pulsa aquí.
viernes, 24 de agosto de 2012
Todo por un sueño.
Imaginaros por un momento que se os presenta la posibilidad de cumplir un sueño que conlleva un enorme riesgo y valor. Un sueño único y por el que estaríais dispuestos a arriesgar vuestras vidas.
Esta noche tuve la suerte de ver un documental en el que un grupo de aficionados alpinistas cumplían uno de sus sueños, ascender al Monte Everest, e incluso llegar a hacer cumbre y coronar la montaña más alta del mundo.
El documental trataba sobre un grupo de aficionados al alpinismo que, con cierto nivel y preparación en lo que a escalada se refiere y acompañados de un amigo carente de piernas (evidentemente iba con prótesis) y de un numeroso grupo de Sherpas experimentados en el ascenso y descenso (importante esto último) del Monte Everest, se disponían a llevar a cabo un sueño, hacer cumbre en el Everest y vivir la que posiblemente haya sido la experiencia más memorable de sus vidas.
Un largo proceso de adaptación, aprendizaje y organización. Un ascenso pautado, con hasta cuatro campamentos base, con zonas de riesgo de muerte, con cuerdas de seguridad y zonas de abastecimiento de oxigeno preparadas concienzudamente con antelación por los experimentados Sherpas, eran el principio de la aventura que se avecinaba.
Congelamiento de extremidades, mal de altura, pulmonías, mareos, falta de oxigeno, pérdida de consciencia, e incluso amputaciones, eran dentro de esta dura batalla, algunas de las cosas más “lights”, por así decirlo, a lo que se podían enfrentar estos intrépidos aventureros, y creedme si os digo que, tras ver el documental, hasta la palabra amputación terminó sonándome esperanzadora.
Un ascenso progresivo, con un seguimiento y cobertura excepcional desde el campamento base, fue el inicio de la aventura para todas estas personas. Durante dicho ascenso, algunas personas sufrieron todos esos problemas que cité anteriormente, teniendo que descender y retroceder cientos de metros, e incluso kilómetros, para poder reponerse y curarse del todo y poder así retomar dicha batalla.
Omitiré gran parte del ascenso e iré al grano: los 600 últimos metros hasta la cima y, por supuesto, el impactante descenso final que me dejó con la boca abierta.
¿Qué son 600 metros? se puede preguntar uno. Pues 600 metros era la distancia que separaba a muchos de los escaladores de cumplir su sueño. Eran ni más ni menos que dos horas y media de ascenso y caminata por la fría nieve y la ladera de la montaña. Era la “ínfima” distancia que les permitía ver a sus compañeros en el horizonte, pero que a la hora de ponerse a caminar, eran la diferencia entre terminar la aventura vivo o muerto. Era la distancia en la que el viaje podría convertirse en una aventura con tan solo billete de ida y sin retorno.
En esos 600 metros, algunos de los alpinistas quedaron sin energía, desfalleciendo en el camino por culpa del cansancio, teniendo que bajar contra su voluntad lo antes posible, puesto que, el simple hecho de sentarse a descansar podría llevar consigo no volver a levantarse y morir allí sentado.
600 metros en los que los alpinistas sufren algo así como “la enfermedad de la cumbre”, que es la fuerte necesidad de querer llegar a la cima a sabiendas de que ello implique la muerte. Una sensación totalmente irracional que obliga al alpinista a querer continuar, pese a todo, para una vez en la cumbre morir sin saber muy bien por qué.
Mientras algunos daban la vuelta inmediatamente para huir de la zona de peligro (es la zona en la que “pararse”, distraerse, desfallecer, quedarse sin oxígeno, etcétera, implica la muerte inevitable puesto que nada ni nadie puede intervenir para rescatarte, salvo un milagro o ir acompañado de un numeroso grupo de gente que cargue contigo a cuestas en el descenso; algo improbable), otros continuaron esos 600 metros, entre ellos el aventurero sin piernas, y lograron cumplir su sueño y hacer cumbre en el Monte Everest.
Durante esas horas, los primeros en descender (eran dos personas nada más) se encontraron con un escalador desconocido de otro grupo, tirado bajo unas rocas, con signos más que evidentes de hipotermia y congelación. Ese hombre, tenía su oxígeno agotado, estaba temblando, solo, y muriendo lentamente.
Un largo proceso de adaptación, aprendizaje y organización. Un ascenso pautado, con hasta cuatro campamentos base, con zonas de riesgo de muerte, con cuerdas de seguridad y zonas de abastecimiento de oxigeno preparadas concienzudamente con antelación por los experimentados Sherpas, eran el principio de la aventura que se avecinaba.
Congelamiento de extremidades, mal de altura, pulmonías, mareos, falta de oxigeno, pérdida de consciencia, e incluso amputaciones, eran dentro de esta dura batalla, algunas de las cosas más “lights”, por así decirlo, a lo que se podían enfrentar estos intrépidos aventureros, y creedme si os digo que, tras ver el documental, hasta la palabra amputación terminó sonándome esperanzadora.
Un ascenso progresivo, con un seguimiento y cobertura excepcional desde el campamento base, fue el inicio de la aventura para todas estas personas. Durante dicho ascenso, algunas personas sufrieron todos esos problemas que cité anteriormente, teniendo que descender y retroceder cientos de metros, e incluso kilómetros, para poder reponerse y curarse del todo y poder así retomar dicha batalla.
Omitiré gran parte del ascenso e iré al grano: los 600 últimos metros hasta la cima y, por supuesto, el impactante descenso final que me dejó con la boca abierta.
¿Qué son 600 metros? se puede preguntar uno. Pues 600 metros era la distancia que separaba a muchos de los escaladores de cumplir su sueño. Eran ni más ni menos que dos horas y media de ascenso y caminata por la fría nieve y la ladera de la montaña. Era la “ínfima” distancia que les permitía ver a sus compañeros en el horizonte, pero que a la hora de ponerse a caminar, eran la diferencia entre terminar la aventura vivo o muerto. Era la distancia en la que el viaje podría convertirse en una aventura con tan solo billete de ida y sin retorno.
En esos 600 metros, algunos de los alpinistas quedaron sin energía, desfalleciendo en el camino por culpa del cansancio, teniendo que bajar contra su voluntad lo antes posible, puesto que, el simple hecho de sentarse a descansar podría llevar consigo no volver a levantarse y morir allí sentado.
600 metros en los que los alpinistas sufren algo así como “la enfermedad de la cumbre”, que es la fuerte necesidad de querer llegar a la cima a sabiendas de que ello implique la muerte. Una sensación totalmente irracional que obliga al alpinista a querer continuar, pese a todo, para una vez en la cumbre morir sin saber muy bien por qué.
Mientras algunos daban la vuelta inmediatamente para huir de la zona de peligro (es la zona en la que “pararse”, distraerse, desfallecer, quedarse sin oxígeno, etcétera, implica la muerte inevitable puesto que nada ni nadie puede intervenir para rescatarte, salvo un milagro o ir acompañado de un numeroso grupo de gente que cargue contigo a cuestas en el descenso; algo improbable), otros continuaron esos 600 metros, entre ellos el aventurero sin piernas, y lograron cumplir su sueño y hacer cumbre en el Monte Everest.
Durante esas horas, los primeros en descender (eran dos personas nada más) se encontraron con un escalador desconocido de otro grupo, tirado bajo unas rocas, con signos más que evidentes de hipotermia y congelación. Ese hombre, tenía su oxígeno agotado, estaba temblando, solo, y muriendo lentamente.
Uno de los escaladores, Tim, mediante walkie-talkie, se puso en contacto con el campamento base y contó lo que estaba sucediendo. Explicó que iba a compartir parte de su oxígeno con el moribundo, puesto que él todavía conservaba gran cantidad ya que no llegó a hacer cumbre.
Desde el campamento base, lo estaban observando atentamente y con detenimiento. Dos hombres, agotados y que anteriormente estaban tirados a 600 metros de la cima por desfallecimiento, se habían topado con una persona desconocida, agonizando, al resguardo de unas rocas.
¿Qué podían hacer tan solo dos personas por aquel alpinista moribundo? ¿Cómo podrían descender arrastrando a un hombre corpulento e inconsciente hasta el campamento que se encontraba a tres horas de caminata y tras un trayecto de lo más complicado? Pues la respuesta era evidente: nada.
Por un momento Tim y el Sherpa eran “Dios”. Podrían haberlo intentado y cargar con él esos kilómetros de descenso y morir los tres en el intento, podrían intentar seguir reanimándolo para ver si este recobraba el sentido y bajaba con ellos, arriesgándose a perder el tiempo en el intento y desfallecer junto a él. O podían hacer lo que hicieron; llorar, aguantar estoicamente ante tan difícil situación, y descender dejando tras de sí a una persona condenada a morir en solitario. Una montaña, en la que descansan alrededor de 200 cuerpos inertes, algunos a la vista, de personas que fueron a cumplir sus sueños, pero que finalmente perdieron allí la vida. Personas con billete de ida y, sin retorno a sus hogares.
Tim llegó abatido y agotado al campamento junto al Sherpa. Tras ellos otro pequeño grupo que intentó, una vez más, en vano, reanimar al hombre una vez se lo toparon en el descenso.
Otro de los alpinistas del grupo llegó casi a remolque de sus compañeros, totalmente agotado, y haciendo paradas continuamente que lo podían condenar a morir allí, junto a esas 200 personas que encontraron en el Everest su último lugar de destino. Y digo esto, porque la filosofía en la montaña era que antes de arriesgar la vida por alguien, los demás deberían abandonarlo y ponerse a salvo.
El hombre sin piernas llegó con los muñones destrozados y se quitó las prótesis inmediatamente. Tanto él como la inmensa mayoría de los alpinistas, tenían las extremidades congeladas, totalmente ennegrecidas y con síntomas evidentes de que se avecinaba alguna que otra amputación.
La historia no termina aquí, puesto que la subida sí era progresiva, pero el descenso no lo era. Tenían que bajar de la cima al campamento cuatro, “descansar”, reponer fuerza, y bajar inmediatamente al campamento tres, que estaba ni más ni menos que a 9 horas de caminata.
Gente con extremidades congeladas, totalmente agotados, pero que sabían que tenían que bajar, y ésta vez, arrastrando al hombre sin piernas sentado en una esterilla, puesto que no podía posarse sobre sus piernas ortopédicas ya que tenía los muñones totalmente destrozados por el primer descenso.
Desde el campamento base, lo estaban observando atentamente y con detenimiento. Dos hombres, agotados y que anteriormente estaban tirados a 600 metros de la cima por desfallecimiento, se habían topado con una persona desconocida, agonizando, al resguardo de unas rocas.
¿Qué podían hacer tan solo dos personas por aquel alpinista moribundo? ¿Cómo podrían descender arrastrando a un hombre corpulento e inconsciente hasta el campamento que se encontraba a tres horas de caminata y tras un trayecto de lo más complicado? Pues la respuesta era evidente: nada.
Por un momento Tim y el Sherpa eran “Dios”. Podrían haberlo intentado y cargar con él esos kilómetros de descenso y morir los tres en el intento, podrían intentar seguir reanimándolo para ver si este recobraba el sentido y bajaba con ellos, arriesgándose a perder el tiempo en el intento y desfallecer junto a él. O podían hacer lo que hicieron; llorar, aguantar estoicamente ante tan difícil situación, y descender dejando tras de sí a una persona condenada a morir en solitario. Una montaña, en la que descansan alrededor de 200 cuerpos inertes, algunos a la vista, de personas que fueron a cumplir sus sueños, pero que finalmente perdieron allí la vida. Personas con billete de ida y, sin retorno a sus hogares.
Tim llegó abatido y agotado al campamento junto al Sherpa. Tras ellos otro pequeño grupo que intentó, una vez más, en vano, reanimar al hombre una vez se lo toparon en el descenso.
Otro de los alpinistas del grupo llegó casi a remolque de sus compañeros, totalmente agotado, y haciendo paradas continuamente que lo podían condenar a morir allí, junto a esas 200 personas que encontraron en el Everest su último lugar de destino. Y digo esto, porque la filosofía en la montaña era que antes de arriesgar la vida por alguien, los demás deberían abandonarlo y ponerse a salvo.
El hombre sin piernas llegó con los muñones destrozados y se quitó las prótesis inmediatamente. Tanto él como la inmensa mayoría de los alpinistas, tenían las extremidades congeladas, totalmente ennegrecidas y con síntomas evidentes de que se avecinaba alguna que otra amputación.
La historia no termina aquí, puesto que la subida sí era progresiva, pero el descenso no lo era. Tenían que bajar de la cima al campamento cuatro, “descansar”, reponer fuerza, y bajar inmediatamente al campamento tres, que estaba ni más ni menos que a 9 horas de caminata.
Gente con extremidades congeladas, totalmente agotados, pero que sabían que tenían que bajar, y ésta vez, arrastrando al hombre sin piernas sentado en una esterilla, puesto que no podía posarse sobre sus piernas ortopédicas ya que tenía los muñones totalmente destrozados por el primer descenso.
Si os digo la verdad… menuda fuerza de voluntad por parte de sus compañeros que lucharon por bajarlo, incluso por zonas escarpadas en las que tuvieron que usar escaleras metálicas para descender entre las rocas, y sin abandonarlo en ningún momento. Esta vez el grupo si era numeroso, y esta vez sí podían jugar a ser “Dios” en el Everest puesto que ya tenían algo a su favor, la voluntad y un grupo reorganizado y agrupado para poder llevar la evacuación como era debido.
La aventura se saldó con muchos dedos amputados, muñones en los pies, gente con pulmones totalmente destrozados, pero todos vivos al fin y al cabo, pero sin poder olvidar los cadáveres que asomaban a lo largo y ancho de la montaña, y sin poder olvidar a aquel hombre por el que nada pudieron hacer.
A esto es a lo que se arriesga uno por un sueño; a perder la vida en el intento o a ver como la pierden los demás. No obstante, el éxito conlleva riesgo y voluntad para intentarlo, y este grupo está vivo para dar muestra de ello; de que todo es posible si uno no cesa en su empeño, y mientras uno no se siente en el camino para rendirse y no volver a echarse a andar.
La aventura se saldó con muchos dedos amputados, muñones en los pies, gente con pulmones totalmente destrozados, pero todos vivos al fin y al cabo, pero sin poder olvidar los cadáveres que asomaban a lo largo y ancho de la montaña, y sin poder olvidar a aquel hombre por el que nada pudieron hacer.
A esto es a lo que se arriesga uno por un sueño; a perder la vida en el intento o a ver como la pierden los demás. No obstante, el éxito conlleva riesgo y voluntad para intentarlo, y este grupo está vivo para dar muestra de ello; de que todo es posible si uno no cesa en su empeño, y mientras uno no se siente en el camino para rendirse y no volver a echarse a andar.
martes, 5 de junio de 2012
Día Mundial del Medio Ambiente.
Hoy no soltaré un discurso que os pueda aburrir, o que os resulte tan tedioso que lo dejéis a medio leer.
Hoy os dejaré un vídeo de cuatro minutos que pone de manifiesto, una vez más, la enorme capacidad destructora de la especie humana y que tan desapercibida pasa, bien por intereses concretos, o por "despiste" de todas esas personas que viven felices en la ignorancia de no querer saber que aquello que hacen, tiene su efecto o repercusión en el Medio Ambiente, en algún lugar del mundo al que no quieren mirar.
Cortometraje de Chris Jordan - Midway.
Web con el vídeo original en HD.
domingo, 22 de abril de 2012
Día de la Tierra.
Ser respetuos@s con nuestro medio ambiente, no cuesta tanto. Feliz día de la Tierra.
martes, 27 de marzo de 2012
Apaga la luz, enciende el Planeta.
RETA AL MUNDO, SALVA EL PLANETA.
Desde hace seis años, cientos de millones de personas de todo el
mundo, empresas, gobiernos y centros educativos unen sus voces contra el
cambio climático apoyando la mayor campaña de sensibilización
organizada por WWF: la Hora del Planeta.
En 2011, más de 5.000 ciudades de 135 países apagaron las luces de sus
principales monumentos y edificios emblemáticos, enviando así un claro
mensaje: los gestos simbólicos pueden generar grandes cambios si
conseguimos un compromiso global durante todo el año.
Un centenar de ciudades españolas y más de 100 países de todo el mundo
se han adherido a La Hora del Planeta y oscurecerán sus edificios más
emblemáticos el sábado 31 de marzo, entre las 20:30 y 21:30 horas. Entre
los españoles destacan La Alhambra, el museo Guggenheim, la Sagrada
Familia, el Palacio Real de Madrid y la Mezquita de Córdoba. Además,
como cada año, la ciudadanía también está apoyando la campaña de WWF y
8.500 personas ya han apagado sus bombillas virtuales en
horadelplaneta.es
Ayuntamientos de toda la geografía nacional se están sumando a la mayor campaña de sensibilización contra el cambio climático. WWF ya tiene confirmada la participación de capitales de provincia, como Barcelona, Madrid, Sevilla, Bilbao, Ávila, Burgos o Valencia. Además, otras muchas localidades como Carballo, Tomelloso, Terrasa o Úbeda también participarán en La Hora del Planeta. Hasta el momento, un centenar de ciudades españolas apagarán las luces el próximo sábado 31 de marzo, entre las 20:30 y 21:30 horas.
Ayuntamientos de toda la geografía nacional se están sumando a la mayor campaña de sensibilización contra el cambio climático. WWF ya tiene confirmada la participación de capitales de provincia, como Barcelona, Madrid, Sevilla, Bilbao, Ávila, Burgos o Valencia. Además, otras muchas localidades como Carballo, Tomelloso, Terrasa o Úbeda también participarán en La Hora del Planeta. Hasta el momento, un centenar de ciudades españolas apagarán las luces el próximo sábado 31 de marzo, entre las 20:30 y 21:30 horas.
Patrimonio Nacional también ha confirmado que dejará a oscuras el
Palacio Real de Madrid, el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
y el Palacio Real de Aranjuez.
En el resto del mundo, la campaña ha recibido, de momento, la adhesión
de más de 100 países. Algunos por primera vez, como en Libia, donde el
joven de 19 años Mohammad Nattah organizará La Hora del Planeta en la
ciudad de Trípoli. “Me hubiera gustado sumarme el año pasado, pero no
era posible en medio del conflicto”, confiesa Nattah.
Además, con en otras ediciones, las Naciones Unidas apoya la iniciativa y anuncia que apagará las luces el 31 de marzo. Su Secretario General, Ban Ki-moon, ha pedido la participación de organizaciones y empresas en solidaridad con el 20% de los hombres, mujeres y niños que no tienes acceso a la electricidad. “Apagar las luces es un símbolo de nuestro compromiso para alcanzar un futuro renovable para todos”, ha dicho Ki-moon. “Necesitamos impulsar un futuro con energía limpia, eficiente y asequible”.
Cifras de La hora del Planeta en España (a 22 de marzo de 2012):
· Más de 100 ciudades
· Más de 50 empresas
· 50 colegios y universidades
· Casi 100 organizaciones
Además, con en otras ediciones, las Naciones Unidas apoya la iniciativa y anuncia que apagará las luces el 31 de marzo. Su Secretario General, Ban Ki-moon, ha pedido la participación de organizaciones y empresas en solidaridad con el 20% de los hombres, mujeres y niños que no tienes acceso a la electricidad. “Apagar las luces es un símbolo de nuestro compromiso para alcanzar un futuro renovable para todos”, ha dicho Ki-moon. “Necesitamos impulsar un futuro con energía limpia, eficiente y asequible”.
Cifras de La hora del Planeta en España (a 22 de marzo de 2012):
· Más de 100 ciudades
· Más de 50 empresas
· 50 colegios y universidades
· Casi 100 organizaciones
Más información: Pulsa aquí.
Fuente: WWF-Adena España
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