Resulta complicado,
cuando no imposible, abordar un tema tan delicado como el de la “Consulta
Catalana” sin echar un pequeño vistazo al retrovisor y fijarnos en la historia
más reciente de Escocia. Una historia reciente en la que, pudiendo encontrar
ejemplos de cómo poder atajar un problema creciente en nuestro país, sólo supimos
encontrar un modelo ejemplar de convivencia que no hizo otra cosa que hacernos
sentir cierta envidia. Envidia por tener unos gobernantes que, en vez de
silenciar e ignorar las demandas de una amplia mayoría ciudadana a favor del
“derecho a decidir, decidieron atajar el problema de la manera más ejemplar
posible: dialogando, por la vía del consenso y dando el brazo a torcer por
ambas partes y en todo momento. Envidia porque, ante un problema que guarda
ciertas similitudes con el conflicto catalán, nos topamos con unos gobernantes
que, “dejando a un lado” el rédito político-electoral, decidieron afrontar el
problema de la mejor manera posible, estando a la altura de las circunstancias,
pensando en los ciudadanos, y, sobre todo, intentando zanjar el problema para
un largo periodo de tiempo dando la posibilidad a la gente de votar y
expresarse libremente.
Mientras tanto, en
España, nos topamos con dos partidos políticos de igual ideología pero con distinto
nombre que, enrocados en unas posiciones que no hacen otra cosa que elevar el
nivel de crispación ciudadana, se dedican, una y otra vez, a ondear banderas
distintas acompañadas de discursos vacíos y eslóganes absurdos con la intención
de desviar el foco de atención de lo que realmente les preocupa: que sus
nefastas políticas económicas y sus innumerables recortes llamen mucho la
atención. Dos partidos políticos que,
lejos de importarles lo más mínimo el tema de fondo, encuentran en dicho debate
y confrontación un nuevo instrumento con el que distraer a gran parte de la
población para poder seguir así aplicando sus “recetas” sin que nadie preste la
debida atención a las mismas.
A todo ello hay que
sumarle una serie de hechos y circunstancias que hicieron, hacen y harán que
este tema que algunos están tratando con cierto desdén, como si fuera algo
baladí, termine derivando en un problema todavía mayor:
- 1. Un sentimiento histórico de “Pueblo
Catalán”, de nación soberana, de identidad propia, de singularidad que, sumada
a un malestar social creciente en años posteriores, iría en auge de forma
progresiva.
- 2.
Una sentencia nada favorable del
Tribunal Constitucional (politizado de arriba abajo) sobre el “Estatut de
Catalunya” tras un recurso de inconstitucionalidad presentado por el Partido
Popular.
- 3.
Un descontento ciudadano con la política
estatal y con la política autonómica (tripartito catalán) que terminaría
impulsando al nacionalismo y al independentismo catalán para hacer frente a lo
que la ciudadanía entendió como un “ninguneo” del Gobierno Central y de los
partidos tradicionales.
- 4.
El azote de una crisis económica junto a
una aparición incesante de casos de corrupción política, a la vez que se
llevaba a cabo un desmantelamiento del Estado de Bienestar y las clases medias
sufrían las políticas de austeridad del Gobierno Central y el Gobierno
Autonómico.
- 5.
Una sensación de menosprecio hacia el
“Pueblo Catalán” y de castigo económico y tributario por parte del Gobierno
Central hacia Catalunya (“nosotros aportamos más de lo que recibimos”).
- 6.
La crispación y el oportunismo político.
Dos partidos políticos (PP-CiU) con la misma hoja de ruta en materia económica,
deciden aprovecharse de un malestar creciente y ondear banderas con las que
enardecer a la ciudadanía y desviar el foco de atención para que sus fracasos y
recortes pasen desapercibidos.
- 7.
Desde una óptica política conservadora y
hostil en materia lingüística por parte del Gobierno Central, se lleva a cabo
un ataque hacia la lengua catalana (símbolo de identidad) y se crea un
conflicto lingüístico en donde antes no lo había (esa es la impresión que llega
al pueblo catalán).
- 8. Inestabilidad política junto a unas elecciones anticipadas en las que
CiU fue duramente castigado, encontrando como socio de gobierno a una ERC
incoherente con su programa económico, pero con una hoja de ruta firme en
cuanto a soberanía: mi apoyo a cambio de un referéndum.
- 9.
La ausencia de un diálogo político sincero
desde el minuto uno, acompañado de un sinfín de órdagos y amenazas judiciales.
- 10.
Las innumerables campañas mediáticas de
propaganda y manipulación llevada a cabo tanto por la prensa española como por
la prensa catalana que, lejos de escuchar a los verdaderos protagonistas y
demandantes de la consulta o referéndum (la ciudadanía), no hacen otra cosa que
pervertir y degradar un concepto tan democrático como el de “derecho a decidir”
hasta convertir el término “referéndum” o “consulta” en sinónimo de inevitable
ruptura, secesionismo, crispación, etc.
Durante todo este
tiempo, y para disgusto de determinada prensa y de los partidos políticos que
hicieron de esta demanda ciudadana una causa de la que obtener rédito electoral,
el número de catalanes y catalanas que se muestran a favor de la consulta fue
incrementándose paulatinamente. Y no se trata sólo de independentistas, sino también
de gente que defiende posturas federalistas e incluso gente que no pide otra
cosa que mayor competencia dentro de un modelo territorial similar al actual.
A su vez, 911 (920
según El Diario) de los 947 ayuntamientos de Catalunya, es decir, el 96% de los
ayuntamientos, fueron aprobando mociones a favor de la “Consulta Catalana”.
Ayuntamientos que representan al 88% de la ciudadanía catalana, lo cual sirve
como indicador del elevado número de demandantes a favor de una consulta en el
territorio catalán. Ante estos hechos nos topamos con un Artur Mas que, una vez
más, intentándose adueñar del sentir ciudadano, ondea su bandera y se enroca, todavía
más, en el oportunismo y extremismo político, mientras que el Gobierno Central
en un alarde de chulería, no hace otra cosa que lanzar órdagos, amenazar con la
vía judicial y, al igual que Mas, descartar la vía del diálogo para seguir así
ondeando su bandera, en este caso la de defensores de “la unidad de España”.
¿Qué
salió mal?
Puede decirse que,
tanto el Partido Popular como CiU, llegado el momento, perdieron el control ante la respuesta masiva por parte de los ciudadanos. Gente que, por propia
convicción, decidió salir a manifestarse no solo durante la jornada de la “diada
nacional”, sino a lo largo del día de hoy, movilizándose para participar
incluso gente a favor del “no”, como recogen algunos medios de comunicación, y
todo pese a la intentona del Gobierno Central de silenciar a la ciudadanía y
pese al “extraño” proceso plagado de dudosas garantías llevado a cabo por Artur
Mas.
Otro error está en la
prohibición y negativa constante por parte del Tribunal Constitucional y el Gobierno
de turno a la participación ciudadana. La gente, ya no solo en Catalunya sino
en toda España, está demandando desde hace varios años ser escuchada. Demandan
una democracia participativa, poder pronunciarse y no solo cada cuatro años.
Demandan ser consultados, que su opinión sea tenida en cuenta, y la negativa
por respuestas no hace otra cosa que incrementar el nivel de crispación y de
malestar, cuando no, generar más independentistas como lo hacen Mariano Rajoy o
Soraya Sáenz cada vez que se pronuncian sobre este tema.
Salió mal tratar a la
gente como si tuvieran que ser tutelados constantemente por un Gobierno que ni
tan siquiera escucha sus demandas. Salió mal el decir que el día de hoy sería “un
día sin más, en el que la consulta ni era consulta ni era nada”, porque, aunque
el resultado no se acate, el malestar dará paso a futuras respuestas por parte
de la ciudadanía, y sólo un “kamikaze”, o en este caso Mariano Rajoy, se puede
creer que el simple hecho de ignorar el problema y el resultado de la votación
pondrá fin al conflicto.
¿Quiénes
son los ganadores y los perdedores?
Pese a haberse equivocado
y que el tema se les haya ido de las manos, de momento, puede decirse que los
ganadores en todo esto son Artur Mas y Mariano Rajoy. Uno por haber llevado a
cabo una “pseudoconsulta” con la que seguramente ni estaba de acuerdo pero que
sirvió para no “incumplir su palabra”, y el otro por haber hecho creer a sus
votantes que lo de hoy no vale de nada y el conflicto se puede dar por zanjado.
Junto a eso, ambos lograron distraer a gran parte de la ciudadanía poniendo el
foco de debate en algo que a ellos “ni les va ni les viene”, pero que sí les
sirve para que sus “recetas” y recortes en materia social sigan viento en popa
y a toda vela sin que nadie se fije en ello.
El perdedor, una vez más,
es el "Pueblo Catalán". Pierde por no tener la posibilidad de ser consultado debidamente
con un mínimo de garantías y de transparencia. De ser consultado bajo un “paraguas”
que garantice que el proceso fue limpio, seguro y riguroso. Pierde porque el
resultado sólo servirá para que Artur Mas se enroque, todavía más, en su
posición mientras que, Mariano Rajoy, obviará los resultados y se enrocará en
la suya. Pierde porque volverá a ser ninguneado por dos partidos políticos
oportunistas que harán del resultado un nuevo debate con el que echarse piedras
y distraer al personal, mientras que el malestar y la crispación ciudadana
seguirán yendo a más. Y ese malestar es mayoritario, pero el foco de atención volverá a recaer en los dos oportunistas de turno.
¿Cuál
es la solución?
Sin lugar a dudas, la
respuesta o solución está lejos de las medidas adoptadas hasta ahora por parte
del Gobierno Central, ni que decir ya de las adoptadas por Artur Mas. La
solución no está en silenciar a gente ni en ningunear al pueblo catalán. La
solución pasa por el diálogo, una Reforma Constitucional, la transparencia y concesión.
La solución pasa por entender de una vez por todas que un territorio quiere
pronunciarse, ser consultado, y en base a la respuesta tomar ciertas
decisiones. Entender de una vez por todas, que la gente quiere participar; quiere
elegir democráticamente su futuro, su devenir. La gente está harta de que otros
tomen las decisiones y sean, precisamente, los mismos que los ningunean, copan
portadas día sí día también por casos de corrupción y los que recortan en
prestaciones sociales o bienestar.
Negar alto tan
democrático como lo es el poder votar y expresarse libremente, no hará otra
cosa que despertar el rechazo ciudadano y el auge de posicionamientos extremos.
Cuanto más se castiga al pueblo catalán más crece el malestar y más escaños
gana, por poner un ejemplo, ERC. Por supuesto el auge de un partido político no
tiene por qué ser malo, pero si ese resultado se debe a que con su victoria se
van a llevar a cabo medidas más radicales que garanticen que la población pueda
pronunciarse, entonces el problema no hará otra cosa que seguir aumentando, y esto servirá como indicador manifiesto de que el problema no estaba ni mucho menos zanjado, como pretende hacernos creer ahora Mariano Rajoy.
Que tres partidos
políticos (PSC-PSOE, PP y CiU) hayan esperado hasta el último momento para
ponerse a dialogar de verdad, demuestra que no están entendiendo nada. Y más si
lo que se pretendía en la mesa de negociación era decidir "el todo" a tres bandas
en vez de encontrar un cauce legal en el que hubiera cabida al pronunciamiento
ciudadano.
Precisamente hoy, que se
celebra la caída del Muro de Berlín, nos toparemos con gente que calificará el “derecho
a decidir” como una intentona de levantar un nuevo muro, esta vez en España,
cuando no es así. El muro no lo levanta una consulta ciudadana ni un referéndum
consultivo; el muro lo levantan las políticas erróneas de dos gobiernos que no
están dispuestos a dialogar y que impiden con ello la participación ciudadana.
Votar no es un delito y mucho menos un crimen, pero el problema es que en este
país, desde el minuto uno, se está intentando implantar cierta relación de semejanza
o sinonimia entre la palabra consulta y la palabra ruptura, cuando no es así. Una
consulta es sinónimo de participación y democracia. El independentismo si
guarda cierta relación con la ruptura, pero el hecho de votar en sí mismo no, y
aquí lo que se está debatiendo es sí un país tiene derecho a consultar a sus
ciudadanos/as, y la respuesta mayoritaria es sí. El muro se levanta cuando a la
inmensa mayoría se le impide pronunciarse, otra cosa bien distinta es lo que
respondan una vez se pronuncien.
A mayores, cabe añadir
que, en momentos de desesperanza, tener un horizonte ilusionante, aunque sea
con “fe religiosa”, está siendo clave, y ese horizonte ilusionante lo están encontrando
a través de sus propias decisiones, a través de la participación ciudadana.
Hoy no solo se vota un
una “pseudoconsulta” o referéndum, hoy se sale a la calle, una vez más, para
dejar claro que la gente está demandando participar y ser escuchada, y si esto no se
entiende de una vez por todas, el problema se agravará.
Hoy no se sale a la calle porque lo haya pedido Artur Mas, hoy se sale a la calle porque así lo quiso el "Pueblo Catalán", sea cual sea el resultado final de la votación.